miércoles, 30 de mayo de 2007

2.3 Daguerrotipos

autoretrato

2.3 Daguerrotipos

A finales de 1829 Daguerre y Niépce formaron una sociedad en la que se reconocía a este último como inventor. Muerto Niépce en 1833, pasa a manos de Daguerre el invento de forma casi completa. Lo perfeccionó con la acción del vapor de mercurio sobre el yoduro de plata y luego con la posibilidad de disolver el yoduro residual en una solución caliente a base de sal común.

El lanzamiento se produjo de 1838 a 1839 y se comienza a fabricar una serie de material fotográfico. Pese a sus defectos se propago por todo el mundo, abriendo definitivamente el camino a la fotografía.



Huellas de Francia

El instante eterno: la fotografía

El complemento ideal del buen vivir, de la buena presencia y de la política es la fotografía. Por eso, no debe extrañarnos que naciera en Francia gracias a su inventor, el químico Nicéforo Niepce (1766-1833), su primo Claudio Niepce de Saint-Victor (1805-1870), padre de la fotografía en cristal, y al artista Luis Jacobo Mandé Daguerre (1789-1851), creador del diorama y perfeccionador del invento de Niepce a tal punto que desde 1839 se llama daguerrotipo.

El daguerrotipo llega pronto a México. Es tan fascinante como caro: cuesta de 2 a 16 pesos, según el tamaño. Mme. Calderón de la Barca, esposa del primer embajador de España en nuestro país, escribe a su madre en 1840: "un cocinero francés percibe al mes unos 30 pesos, un ama de llaves de 12 a 15, un mayordomo cerca de 20, un lacayo 6 ó 7...".

Tan alto precio no es exclusivo de nuestro país. Retrasa la generalización de la fotografía hasta que en 1854 André Adolphe Disdéri patenta su sistema de reproducción que la abarata gracias a que disminuye los grandes formatos y prescinde de la placa metálica. Durante mucho tiempo el tamaño de 10 cm por 7.5 es el común. Recibe su nombre, carte de visite, de las tarjetas de presentación entonces usadas, del doble de alto de las que hoy son comunes.

Cuenta Arturo Aguilar Ochoa en su extraordinario libro La fotografía durante el imperio de Maximiliano (Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 1996) que los primeros personajes públicos que se valen de las fotos para hacerse célebres fueron precisamente el emperador y su esposa, Carlota Amalia. Desde que se inician las gestiones para que acepten el trono de México, en 1863, sus retratos circulan profusamente por nuestro país. Después de todo Napoleón III, el presidente Lincoln y la reina Victoria ejemplifican el aumento de la aceptación de sus respectivos pueblos al conocer su figura.

Maximiliano y Carlota son retratados varias veces en México por François Aubert. De Miguel Miramón se conocen diferentes fotografías y las del fusilamiento del emperador recorren el mundo entero. Disdéri, excelente comerciante además de fotógrafo, vende las fotos del suceso. El negocio es bueno. Compensa los dos meses de prisión y los 200 francos de multa que le cuesta romper la censura de Napoleón III. En cambio, Benito Juárez no es afecto a las cámaras. Cuando regresa a la ciudad de México en 1867 ningún periódico acompaña las noticias de la restauración de la república con su foto.

Luz Ma. Silva

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